sábado, 13 de agosto de 2016

¡¡¡MI CAAAAAAASA!!!!


Ayer, de repente, tuve una inspiración que quise y quiero compartir.

Como algunos sabéis, estoy en proceso de cambio y regeneración, y eso, aunque haya ilusión por un lado, conlleva miedo por otro. Y uno de los miedos, es perder cosas o personas en el camino, lo que demuestra que uno está apegado a eso. Uno de mis apegos, es mi espacio vital, "mi castillo", un lugar dónde puedo ser yo mismo, sin dar explicaciones a nadie. Un sitio que apareció un día por casualidad y que se ha convertido en algo muy especial para mí desde entonces ya que las paredes de mi casa me han visto en muy y variados estados bien sólo o acompañado. 

Tras esa posibilidad de cambios a la vista, uno teme pues perder eso que tanto le ha aportado, y la reflexión que me vino fue pensar: "¡Oye, tu!, ¡VIVE EL PRESENTE! Disfruta de cada segundo que estés en tu piso, observando todos los detalles que puedas, absorbiendo el olor, los colores, las sensaciones que tienes como si fueran el último, y ¡¡¡agradécelo!!!". 

De hecho, hace la friolera de 21 años hará ahora el 15 de septiembre, me fui de viaje al Reino Unido. Tenía 25 años, una carrera y me sentía el Rey del Mundo. Quería salir de mi casa y RESPIRAR un aire nuevo. El viaje me llevó de destino a una pequeña población del corazón de Inglaterra llamada Wigston Magna, a 20 minutos en autobús de la ciudad de Leicester (famosa estos días por ser la flamante ganadora de la Premier League por primera vez en la historia de su club, del que salió hace muchos años un tal Gary Lineker, de buen recuerdo para los seguidores "culers", vaya, los del Barça). Allí, la fortuna, o la Madre Nodriza, como decía un libro que entonces acababa de leer de J.J. Benítez, me llevó a vivir con una señora que en aquel momento tenía 75 años, de origen irlandés llamada Jane Smith. El primer día, recién llegado a las 5 de la tarde, me dio para cenar un sandwitch con una especie de picadillo de carne, pero por los nervios, comí poco. 

Los días fueron pasando, y la sensación de LIBERTAD y de estar viviendo algo muy muy especial crecían y crecían. Estaba siendo plenamente consciente que estaba viviendo uno los mejores momentos de mi vida con una señora excepcional. Simpática, divertida, curiosa,.....Y a medida que se acercaba el momento de la despedida, cuando faltaba algo más de un mes para irme, quise hacer fotografías mentales de cada uno de los rincones de esa casa típica inglesa, roja, con planta y piso y "rear garden". Y por Dios que esa sensación, aun ahora que estoy escribiendo estas palabras, la siento muy dentro, como lo que fue, una de las mejoras experiencias de mi vida en muchos aspectos. Tal fue lo que viví, que hace unos meses, conseguí hablar por teléfono con la Sra. Smith, ¡¡¡20 AÑOS DESPUÉS!!! y mi piso, mi casa, mi castillo, fue testigo de uno de los momentos más felices y a la vez de mayor emoción de las que he vivido en mucho, mucho tiempo. Empecé a sentir toda la emoción contenida los últimos años y esta se desató en forma de un lloro desconsolado que no pude detener hasta pasados 45 minutos. Cerré los ojos, me tumbé en mi sofá y inspiré recordando el olor que sentía cuando vivía en esa casa mientras las lágrimas y el sollozo desconsolado no dejaban de brotar de mi alma. Me abracé a mi cojín y dejé que la emoción sugiera, sin reprimir ni una sola lágrima, sabedor de que esas lágrimas, si no eran expresadas, podían en algún momento volverse en mi contra provocando mil y una dolencias. ¡¡¡Tal es la fuerza de la emoción, unida a la sensación que uno puede sentir en un determinado espacio!!!. 

Por eso, ahora, en mi casa, en mi castillo, en mi espacio, intento disfrutar de cada minuto que puedo compartir con "él", agradecido de eso y procurando tenerlo de manera que me haga sentir bien y a gusto.

Pero la reflexión más profunda que me llega es pensar que, sí el lugar que nos acoge físicamente, nuestra casa, nuestro hogar, es un espacio físico que en nuestras vidas puede variar muchas veces, el auténtico HOGAR del que no cambiaremos hasta que que no dejemos ir nuestro último suspiro y expiremos, es nuestro cuerpo. Este irá cambiando con el paso de los años, pero en él estaremos metidos hasta el final de nuestros días. Por eso, igual que deberíamos hacer con nuestra casa, la de fuera, en la que dormimos, la otra, la que acoge nuestra Esencia, debería ser aún más cuidada y valorada. Dar gracias de tener brazos, manos, piernas, pies, piel, cerebro, boca, ojos, orejas, pulmones, estómago, intestinos, hígado, riñones, .... y todo lo que se nos ocurra que tengamos que nos ayuda a ser quienes somos y que deberíamos cuidar como el auténtico Templo que es y que nos ayuda a que nuestra Esencia y nuestro Ser se manifiesten, tomando conciencia en cada momento que estamos viviendo un momento único e irrepetible procurando darle a esa "casa" que es nuestro cuerpo aquello que, a conciencia, de una manera profunda y meditada sentimos que debemos darle para que todas las pequeñísimas casitas que conforman nuestro cuerpo, las células, reciban todo aquello que necesitan.

¡¡¡SALUD!!!

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